Nos levantamos a las 4.30 de la mañana y partimos con nuestras bicicletas a una de las 4000 pagodas de la ciudad para treparla y desde lo alto del templo ver un amanecer distinto.
Estaba tan oscuro que no sabíamos para donde encarar, nos perdimos en mas de una ocasión y, si bien preguntamos a recién levantados burmeses (con aliento a búfalo), no llegamos a ningún lado... era curioso, habíamos estado por esos templos la tarde anterior pero en la oscuridad todo parecía distinto. El frió aire de la madrugada refrescaba nuestro cuerpo y el loco deseo de encontrar un lugar para enamorar al alma viendo el amanecer nos mantenía despiertos y atentos. Aun con el fuerte anhelo que nos abrazaba no podíamos encontrar un lugar apropiado. Ni siquiera encontrábamos un lugar no apropiado. Era todo confuso.
Estaba llegando la hora del ansiado amanecer y el cielo empezaba a transformarse en un color anaranjado allá a los lejos, en un lugar que la gente llama horizonte. Decidimos meternos por un descampado con varias decenas de pagodas separadas, desparramadas por ahí, aunque ninguna era lo suficientemente alta y, la que si era, era intrepable. Estábamos llegando tarde, el cielo cambiaba lentamente de color a una mezcla entre naranja, celeste y amarillo. En el descampado me crucé con algunas serpientes que me saludaron cordialmente y siguieron su camino. Ese sería el único saludo no bien recibido que tuve en todo Myanmar. Las chicas ya estaban derrotadas, sin mal humor se habían dado por vencidas en encontrar un buen lugar para ver el ansiado amanecer. I can't give up, recuerdo haberles dicho con optimismo sanguíneo y seguí en busca del lugar ideal. Entré a una pagoda y maldición no tiene escaleras para ir hacia arriba. Maldije antes de que viese algo invisible porque, allá en una esquina, casi jugando a las escondidas había un hueco en la pared que contenía unas angostas escaleras hacia la cima. Con alegría infantil nos animamos, sin darle lugar al temor de lo que podría haber en esas finas y oscuras escaleras de gran pendiente, a subir.
El templo en si no era muy alto, quizá unos 15 o 20 metros, pero al menos podríamos ver un mejor amanecer que desde el suelo. Sin ser tan místico como el atardecer del día anterior, nos quedamos sentados en esa terraza contemplando el primer gran milagro no reconocido del mundo: un amanecer.
... y paisajes soñados es lo que Bagan regala todos los días.
Los globos aerostáticos para ver el amanecer. Deben mostrar una vista inigualable de la llanura de Bagan. Sale 290 dolares, dura una hora y arriba incluye desayuno con champagne. Es raro pensar en tomarse un champagne a esas horas de la madrugada pero la élite siempre se da un lugar para la fiesta, no?
Las, siempre trabajadores, mujeres desde temprano
Estaba tan oscuro que no sabíamos para donde encarar, nos perdimos en mas de una ocasión y, si bien preguntamos a recién levantados burmeses (con aliento a búfalo), no llegamos a ningún lado... era curioso, habíamos estado por esos templos la tarde anterior pero en la oscuridad todo parecía distinto. El frió aire de la madrugada refrescaba nuestro cuerpo y el loco deseo de encontrar un lugar para enamorar al alma viendo el amanecer nos mantenía despiertos y atentos. Aun con el fuerte anhelo que nos abrazaba no podíamos encontrar un lugar apropiado. Ni siquiera encontrábamos un lugar no apropiado. Era todo confuso.
Estaba llegando la hora del ansiado amanecer y el cielo empezaba a transformarse en un color anaranjado allá a los lejos, en un lugar que la gente llama horizonte. Decidimos meternos por un descampado con varias decenas de pagodas separadas, desparramadas por ahí, aunque ninguna era lo suficientemente alta y, la que si era, era intrepable. Estábamos llegando tarde, el cielo cambiaba lentamente de color a una mezcla entre naranja, celeste y amarillo. En el descampado me crucé con algunas serpientes que me saludaron cordialmente y siguieron su camino. Ese sería el único saludo no bien recibido que tuve en todo Myanmar. Las chicas ya estaban derrotadas, sin mal humor se habían dado por vencidas en encontrar un buen lugar para ver el ansiado amanecer. I can't give up, recuerdo haberles dicho con optimismo sanguíneo y seguí en busca del lugar ideal. Entré a una pagoda y maldición no tiene escaleras para ir hacia arriba. Maldije antes de que viese algo invisible porque, allá en una esquina, casi jugando a las escondidas había un hueco en la pared que contenía unas angostas escaleras hacia la cima. Con alegría infantil nos animamos, sin darle lugar al temor de lo que podría haber en esas finas y oscuras escaleras de gran pendiente, a subir.
El templo en si no era muy alto, quizá unos 15 o 20 metros, pero al menos podríamos ver un mejor amanecer que desde el suelo. Sin ser tan místico como el atardecer del día anterior, nos quedamos sentados en esa terraza contemplando el primer gran milagro no reconocido del mundo: un amanecer.
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... y paisajes soñados es lo que Bagan regala todos los días.
Bagan, una llanura cubierta de hierba con sus pagodas de ladrillo
Una trinidad tiene lugar en el amanecer en Bagan. Antes de que salga el sol en todo su esplendor el cielo se transforma a un color medio violeta.
Un amanecer visto desde el suelo
Un amanecer distinto rodeado de fe budista
Las, siempre trabajadores, mujeres desde temprano
Lamento tener solo una Nikon Coolpix S220 (espacio publicitario) que a pesar que saca buenas fotos, estas maravillosas vistas que vi no se ven reflejadas como yo quisiera. Debo decir que algunas de las fotos de arriba se las robé a mi amiga Roma con su cámara Sony Nex 5.
Piooooola Gabo!
ResponderEliminarEstás hecho un sentimental con tus relatos!
Mucho amanecer y ocaso, pocas fotos de las namis eh...
jaja bueno prometo poner algunas... que no se entere tu jermu, baboso!
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