martes, 29 de marzo de 2011

Bagan (Myanmar) - En la costa del río Ayeyarwady

En la costa del río Ayeyarwady 
En mi ultimo día en Bagan no podía creer que el tiempo corriera tan de prisa. Mi último día, mi último desayuno, mi último... Como se hace para parar el tiempo? Se necesita un loco científico que cree dicho artefacto porque la velocidad con la cual ocurren las cosas enloquecen y soy muy joven para ser encerrado en un manicomio... Luego de un sabroso desayuno con omellete, café, tostadas y fruta salí a recorrer la costa del río Ayeyarwady. No se me había pasado por alto que Bagan era una ciudad rodeada en su costa oriental por un río y donde hay río hay pesca, donde hay pesca hay pescadores, donde hay pescadores hay vida local, donde hay vida local hay una sorpresa y donde hay una sorpresa ahí estaría yo. El río resulto estar bastante seco pero la gente aun estaba ahí.

Niños jugando a la pesca
Allí podían verse niños jugando. El mas jovencito (de unos 3 años) parecía temerme cuando me acercaba y se aferraba al brazo de su hermano con una fortaleza que nos generaba varias carcajadas. Otro pequeño jugaba con su honda (o como en argentina le llamamos Gomera) con el claro síndrome de Bart Simpson (otrora síndrome de Daniel, el travieso). Un perro, el mejor amigo del hombre (y del niño) los acompañaba. A lo lejos una señora caminaba con el típico canasto en la cabeza. Su destino? quien sabe... Mientras tanto yo caminando por esa costa seca, con tramos traicioneros de lodo que te hundías hasta los tobillos y escapándome de las moscas (el peor amigo del hombre) encontré una mujer que parecía dedicarse a la meditación o simplemente al relajo. Mas allá de aquella bella dama con la cual intenté entablar una amistosa conversación y de la cual lo único que me pareció entender era que algunos de los niños que correteaban divertidamente eran sus hijos, me encontré con mas pequeños que jugaban a pescar con una red sin demasiado éxito. Habiéndoles dado una botella con agua, con picardía infantil se tomaron esa jugosa agua natural y la botella pasó a ser una cárcel para unos diminutos peces que habían pescado con esa red. 

Seguí caminando, pero no solo, sino con mis amigas, Roma y Barbara, hacia donde unos pescadores estaban reunidos. Si bien siempre es mas fácil conversar/jugar con los niños, en Myanmar son todos niños: niños, jóvenes, adultos y ancianos. Al menos tienen esa amistad de niño, ese anhelo de conocer al otro, esa apertura para aceptar a nuevos invitados. Teniendo este concepto en mente nos animamos a saludar y aun sin que nadie hablase ingles, el lenguaje universal de las señas nos sirvieron de comunicación. Estaban ellos muy contentos de que nosotros estuviéramos ahí, casi tanto como nosotros. Disfrutaban de unas fotos (incluso posaban) al mismo tiempo que mascaban Betel y nos convidaban. Fue maravilloso, me encontré en el medio de una decena de birmanos que con sonrisas manchadas se intentaban comunicar. Me enseñaron como armar el Betel que luego mascan.

Pasos e ingredientes para preparar Betel un habito común en Myanmar
Betel es la hoja fresca de una enredadera que pertenece a la familia botánica Piperaceae y se cultiva en la India, Myanmar, Malasia peninsular, Indochina e Indonesia. Si bien el jugo rojizo resultante no se traga sino que se escupe se le llama a este acto "kun sar thi" que significa comer Betel.

 La hoja triangular es el contenedor de los ingredientes: hidróxido de calcio (Ca(OH) 2) que es la crema blanca, rebanadas finas de nuez de Betel y un poco de catecú (un extracto vegetal que contiene taninos obtenido del duramen del indio árbol de acacia).  Luego se envuelve la hoja para que quede todo envuelto. 

Se cree que esta costumbre comenzó en India al ser mencionado en un discurso de Buda. Marco Polo en el siglo XIII también hace referencia, en sus diarios, a esta costumbre del consumo de Betel en los indios. Existe evidencia de que este consumo existía también en la época de gloria de Bagan (entre los siglos XI y XIII).

En Myanmar se prescribe Betel para enfermedades como la fiebre, flema, visión defectuosa, enfermedades de vejiga entre otros. La queja en contra de este consumo se da por el aspecto sucio de las calles y veredas, paredes de edificios públicos,  jardines, etc ya que el jugo generado de mascar se escupe y eso mancha bastante. En algunos lugares hay multas por escupir.

Ese momento fue algo que no me había pasado en el resto de los países del sudeste asiático que hube visitado. Había gente alrededor nuestro, ofreciéndonos sus enseñanzas y todos, ellos y nosotros, riéndonos porque no entendíamos ni una palabra de la otra persona.
En la foto se me puede ver dando cátedra de... nada. Pero ver la imagen me recuerda cuan atentos estaban aquellas personas. Muestra a su vez una faceta mía, de perseverancia a pesar de que no nos estábamos entendiendo. Eramos como Tom y Jerry con la diferencia de que nos caíamos bien los unos a los otros.


Chau amigos, yo tambien los voy a extrañar


Arte en los templos de Bagan
Después de almorzar me separé de mis amigas. Salí a perderme entre los templos, a buscar algo que no sabia que era. Quizás era, por mi cuenta, remontarme al siglo XI, así que con mi bicicleta me fui sin mapa, sin rumbo fijo. Frenaba en algunos templos al costado del camino, solo aquellos que parecían estar desiertos. Si nadie  los quiere ver, yo si quiero, decía con rebeldía. Sin ser fanático puedo decir que el arte era espectacular, todavía estaba anonadado a que edificios de hace 9 siglos sigan en pie. Muchas paredes estaban adornadas de esculturas escarbadas, caras y animales eran comunes.
Había estado recorriendo desde la zona de Bagan llamada Nyaung U, que es donde quedaba mi hotel, siguiendo camino hasta Old Bagan, que es donde están la mayoría de estas maravillosas pagodas. Luego de Old Bagan continué pedaleando por varios minutos mas. Si hubiera seguido pedaleando habría llegado a New Bagan pero bien sabia que no había demasiado para ver allí (mas que dos templos).



Estacioné  mi bici-vehículo al costado del camino y me aventuré cual Indiana Jones a campo traviesa. El piso polvoriento tenia pequeños pinches que penetraban mis sandalias y, en la parte que tenia rota de las mismas, penetraba la planta de mi dolorido pie. Ferviente aventurero seguí mi camino. Había ruido a los costados de esa senda de tierra seca, hacía un calor de mitología griega, pero a lo lejos veíasen templos que merecían mi visita (o mejor dicho, que yo tendría el honor de visitarlos). Al estar distantes de las pagodas grandes y turísticas, me encontraba solo en ese planeta. Houston, no hay vida aquí! Entré a una pagoda de la cual salí con el corazón queriéndose escapar de mi pecho. Unos segundos antes había mirado dentro y buscado el ya famoso escondido pasillo con escaleras angostas hacia la cima. Ahí esta!, me regocijé. Cuando me acerqué vi lo que parecía ser un cuerpo humano! Salté como un canguro 3 metros hacia atrás y, aun sudando del temor, me acerqué como una mujer hermosa se acerca al asesino, aparentemente muerto, en una película de terror. No era un cuerpo humano, simplemente eran pedazos de ropa tirados ahí. No quise averiguar si había algo debajo de esas sucias vestimentas, así que continué mi camino... Sentía (y todavía lo hago) que Bagan era un territorio para recorrer varios días mas. Era algo que escapaba a la imaginación de un escritor de ciencia ficción. Entre sonidos de animales, principalmente aves y algunos perros a lo lejos, seguí entrando en distintos templos, admirando sus Budas y sus arquitecturas.

Hermosa Pagoda adornada con flores

Vista desde arriba de un templo. A lo lejos se puede ver una carreta. Muchos turistas optan por la carreta en lugar de la bici.

Y mas allá de lo estrictamente arquitectónico, tanto Bagan como el resto de Myanmar tiene facilidad por sorprender al turista. En la visita a un país, generalmente, se busca conocer su historia, ver impresionantes paisajes y, también, conocer la vida autóctona, el como seria la vida sin turistas. Myanmar al ser el país menos turístico del sudeste asiático mantiene costumbres que son poco mas que fascinantes y su estilo de vida siempre llama la atención, no para burlarse sino para admirarse. Éstas son imágenes recurrentes en Myanmar.

 Esto era el colmo de lo extraño. La señora lleva una mesa en su cabeza.

Las típicas pick-ups repletas de gente. 


Templos al costado del polvoriento camino
Se hacia tarde así que decidí empezar a volver. Estaba cansado, la bici estaba pesada y el sol en mi cabeza me traía locas ideas de desparramarme en el piso para esperar a un depredador que terminase con el trabajo. El Dios esparcido en el ambiente por el contrario me susurró mirar hacia la rueda trasera para advertir que se había pinchado y que mi cansancio era bien fundado. Al ver la pinchadura, sonreí porque era algo que me tenia que pasar, pero seguí adelante. Al cabo de un minuto o menos, un joven en moto se me acercó para hacerme ver lo que ya había adivinado: una pinchadura en la trasera. Frené y el conmigo. Me ofreció llevarme a un lugar donde me la arreglarían por 1000 Kiat. Me negué, había alquilado la bici por ese valor y ya me estaba volviendo así que no valía el gasto ya que no la usaría mas. Pero el joven en su afán por ayudarme, en su afán por ser  imagen y semejanza de Dios, me ofreció acompañarme hasta otro lugar donde la arreglarían por 200 Kiat. Genial. Pedí que me llevase en la moto y yo a su vez llevaría la bici al lado mio pero el se negó. Uno podría quejarse de dicha actitud pero no ha de escandalizarse cuando sepa que esa actitud se debió a que el Capitán Garfio (el gobierno birmano) prohíbe que nadie lleve en moto a un turista (al menos en Bagan), caso contrario una multa (y quizás la hoguera nunca se sabe con el Capitán pocas-pulgas).

En Bagan siempre hay algo por descubrir
Llegamos tras cinco minutos de agotador pedaleo. Me senté en la tierra al lado de un puesto de venta de Betel. Inmediatamente la vendedora presente me brindó un banquillo. La miré con cara de enamorado. Donde estará el compinche que me prometió ayuda, me consulté. Llegó al cabo de unos dos minutos con un hombre que, sin saludar y de manera profesional, se puso inmediatamente en la tarea de arreglar mi pinchadura. Mientras tanto, mi compinche empezó a pispear mi IPod con interés genuino, le mostré las fotos, algunos vídeos e incluso, porque me caía sumamente simpático, una foto de mis padres. Escuchamos Bob Marley y al ratico mi bici estaba como nueva. El bicicletero, sin saludar, se escapó. Tiene un problema, no escucha, ni habla... Claro, pensé, en Myanmar sin saludar? estamos todos locos... Lo miré a mi compinche, un muchacho bastante mas joven que yo. Le di la mano y le dije casi con una lagrima, por que? por que me ayudaste tanto?... el pequeño miró al suelo, movió una pierna reiteradamente de un lado al otro y con una sonrisa de infante dijo: La gente de Myanmar es así.
Ya lo creo que así es, hermano!. Seguí mi trayecto hacia el hotel. El tiempo habíase acabado. A las 17 el bus pasaría a buscarme por el hotel y me iría de nuevo a Yangon. No quería, pero tampoco podía hacer nada.
En Diarios de motocicleta se puede ver a un Guevara en Machu Pichu enviándole una carta a su madre con unas reflexiones. A pesar de las diferencias que me separan de dicho argentino-cubano personaje permítaseme parangonarlo ya que el describe el sentimiento exacto y preciso que tuve en Bagan: Como es posible que sienta nostalgia por un mundo que no conocí... Como se explica que una civilización capaz de construir esto sea arrasada para construir... esto...


 Que es progreso?
.

Adiós Bagan. 
Adiós espiritualidad. 
Adiós al atardecer que se quedó con un pedazo de mi.
 Me vuelvo a Yangon a disfrutar de mis últimos días en Myanmar
Niños contentos con su maquillaje, sus sonrisas y su paz y amor

1 comentario:

  1. Gabooo, enternecedor lo suyo!!!
    regalan pagodas y templos ahí? proliferan como loco!!!

    abrazo de gol

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